RESONANCIAS: “FUTURO ESTALLIDO” POR PEDRO DONOSO

“Aún no hemos visto nada”. A propósito de El desborde de Cécile Bally y Emma Tricard

Sin embargo, nunca debemos olvidar que la actual conformación del mundo contiene muchas posibilidades distintas (en conflicto), no solo una.

 Franco Berardi, Futurabilidad 

“La opacidad y complejidad de los fenómenos que han transformado el mundo en las últimas décadas nublan la imaginación del futuro”, escribe la teórica argentina Graciela Speranza. Esa imaginación nublada remite a una forma climática, a una comparación relacionada con fenómenos atmosféricos. Ciertamente, la metáfora meteorológica nos expone, como su nombre indica, a la lógica de los meteoros, de los desprendimientos de cuerpos celestes que pueblan el cielo, elementos fortuitos e irregulares que nos recuerdan que allí en lo alto puede estar cifrado el destino de nuestros acontecimientos. El cielo como espacio de inscripción del porvenir parece siempre tan impredecible: el informe meteorológico es un registro de lo que no ocurre, o de lo que casi ocurre, de las lluvias que no cayeron, del viento que nunca sopló, del sol implacable que ese día, según la previsión, no debía brillar. Al parecer, solo en los desiertos es posible fiarse del pronóstico del tiempo. Chile, lo sabemos, tiene una porción importante de desierto.

Foto © Tabea Xenia Magyar

Imaginemos entonces el futuro nublado. Algo que no está aún aquí se perfila a partir del momento que lo anunciamos. Podemos despegar hacia fantasías difusas o proyectar acontecimientos delirantes. Sea como sea, cada vez que soltamos amarras hacia una posible realización futura, lo que proyectamos toma los referentes de la actualidad para suponer y tantear con temblor lo que mañana será nuestro. El presente es el umbral del futuro; es la pista desde la que despega la nave de la ciencia ficción rumbo a escenarios donde lo que hoy vivimos se muestra rarificado, reconocible y desenfocado a la vez. Eso que solemos llamar distopia, cabe preguntarse, ¿no es, acaso, la pesadilla que nos despierta a las condiciones que nuestro presente nos impone? Algo de todo esto, imagino, se perfila en la indagación que Cécile Bally y Emma Tricard están realizando desde ya hace algún tiempo. 

No es la primera vez que ambas coreógrafas y practicantes de la performance trabajan unidas. Ya en 2014 crearon, junto a otros integrantes, el colectivo multidimensional The Breakfast Club Collective, donde ejercitan sus gestos extendidos en la movilidad de lo nomádico. Su pregunta en la actual residencia que han planificado en NAVE se enfoca a la posibilidad de encontrar una salida al presente cuando trata de desembocar en otro futuro. “Nuestras ideas sobre el futuro”, nos dicen, “ya se reducen antes de tener la oportunidad de florecer: ¿podemos decidir sobre el futuro o tenemos que adaptarnos a él?”   

De algún modo, los conjuntos de actos acumulados en el presente están marcados por el deseo de escapar a lo mismo de siempre: sabemos que habrá un mañana como espacio de repetición para lo que todavía debe suceder. Tal como señalan Cécile y Emma, “el futuro es planificado por nuestros gobiernos, proclamado por los medios de comunicación, sus profecías nos obligan a un ajuste perpetuo y dan forma a nuestro presente”. Toda posibilidad de acceder a un tiempo renovado se muestra irrealizable si no rompemos, entonces, con las condiciones de control rutinario que ejercen los sistemas y las modas que regulan nuestro medio social, económico y político en la actualidad. Plantearlo así abre la posibilidad de entender la actualidad del futuro como un tiempo cuya realización depende de un desbordamiento, de un acto incontenible que excede las condiciones imperantes, que obliga a encontrar otros gestos y procedimiento. ¿No fue tal vez eso lo que ocurrió en octubre de 2019 en Chile?

Volvamos al pasado. En aquel momento de coincidencia colectiva, todo lo acumulado rompió la matriz de postergación que estaba implícita en el sistema imperante. Tal como anota la investigadora social Kathya Araujo, no se trató de un momento revelatorio sino de una eclosión política. Se trataba, explica, de “situaciones estructurales que engendraron tanto frustraciones como expectativas, las que no puede decirse que hayan sido invisibles. De hecho: la gran mayoría siempre fue pública, pero no había alcanzado a ser plenamente política”. Por tautológico que resulte, lo evidente se hizo visible en Chile: el futuro estaba negado. El mecanismo que permitió ese paso emancipatorio sabemos que está compuesto de muchos factores. Pero cabe imaginarse que, finalmente, solo uno de ellos era totalmente esencial: empuñar un arrojo desbordante

Foto © Amélie Laval

Anotemos entonces lo que podríamos imaginar de una puesta en escena que aún no conocemos en un país que ha recobrado su lucha por volver a encontrar un camino hacia su emancipación desde el desborde. El “espectáculo de danza” ideado por Cécile y Emma bajo el título El desborde (Die Ausschreitung / Le Débordement) sabemos que se alojará en NAVE, el centro de creación y residencias que acoge la experimentación con artes vivas. En su espacio tendrá lugar lo que las autoras explican como la adaptación de un texto de ciencia ficción escrito colectivamente durante talleres participativos en Aix-en-Provence, Berlín, Reims, Santiago y Kortrijk. Esas experiencias de escrituras acumuladas serán, por lo tanto, un sustrato de sonidos y gestos dispuestos a abrir una brecha en el tiempo en una búsqueda de otro lugar. “Al tratar esta ficción narrativa”, comentan Cécile y Emma, “se buscarán posibles lagunas en las que la historia aún pueda ser inventada, negociada, en las que no todo esté ya escrito.”

Visto el gran paso dado hacia la ruptura de las condiciones del capitalismo neoliberal que ha imperado en Chile, esta obra se asoma, entonces, a la mecánica de una interrupción en la mecánica de lo habitual a través de un acto literario, de la irrupción de la palabra inesperada, del gesto libre, del paso que debe volver a encontrar un contexto. Podemos dar la bienvenida desde ya a un impulso que desmonta los moldes rígidos por los que la vida se estanca en el intercambio socioeconómico.     

Tal vez podamos aventurar algo abierto, una intensidad renovadora en la acción colaborativa que nos proponen Cécile y Emma. Unidas por la percepción de la revolución ocurrida en territorio chileno, su obra El desborde provocará la tensión requerida para trasladar los gestos y conversaciones hacia un campo de búsqueda donde se pueda pensar en algo tan distinto que nos permita suspender lo actual. No se trata, me imagino, de una solución ni nada parecido. Más bien, tal vez solo sea el redescubrimiento de la necesidad del cambio, de lo imperioso de poner en duda nuestras condiciones estructurales de vida, nuestras amarras. 

“Revolución” es una palabra manida y sobreutilizada. Pero, como escribía Gilles Deleuze en El Antiedipo: capitalismo y esquizofrenia, es también una apelación a “no retirarse del proceso”:

Entonces, ¿qué solución hay, qué vía revolucionaria? […] Pero, ¿qué vía revolucionaria, hay alguna? – ¿Retirarse del mercado mundial, como aconseja Samir Amin a los países del tercer mundo, en una curiosa renovación de la “solución económica” fascista? ¿O bien ir en sentido contrario? Es decir, ¿ir aún más lejos en el movimiento del mercado, de la descodificación y la desterritorialización? Pues quizá los flujos no están aun suficientemente desterritorializados, suficientemente descodificados […] No retirarse del proceso, sino ir más lejos, “acelerar el proceso”, como decía Nietzsche: en verdad, en esta materia, aún no hemos visto nada.

En un país con tanto desierto como Chile, donde hoy podemos decir que se ha abierto un impredecible campo de experimentación para atreverse a jugar con reglas abiertas, podemos decir que la idea de la revolución vuelve a proponer un proceso de desbordamiento como el que anuncian Cécile y Emma, a través de sus movimientos abstractos y discordantes, de sus palabras recogidas colectivamente. Sus colaboraciones escénicas, sospecho, se arman para comprender que no se trata solo de una actuación; que no se trata nunca de una actuación, en realidad. Sobre todo, se trata de un esfuerzo por darle intensidad al proceso que recobra el valor del tiempo como un proyecto abierto en una sociedad de códigos cerrados. Eso es lo que abre a lo inesperado y llena el futuro de expectativas desbordantes. Algo así decía el tango: “El futuro asoma como el tiempo predilecto de una época agotada”.

Pedro Donoso

Foto principal ©  Amélie Laval  

“Nous n’avons encore rien vu”. À propos de Le débordement par Cécile Bally et Emma Tricard

Nous ne devons cependant jamais oublier que la configuration actuelle du monde contient de nombreuses possibilités différentes (en conflit), et non une seule. 

Franco Berardi, Futurabilidad

 

“L’opacité et la complexité des phénomènes qui ont transformé le monde au cours des dernières décennies obscurcissent l’imagination de l’avenir”, écrit la théoricienne argentine Graciela Speranza. Cet imaginaire trouble renvoie à une forme climatique, à une comparaison liée aux phénomènes atmosphériques. Certes, la métaphore météorologique nous expose, comme son nom l’indique, à la logique des météores, des détachements de corps célestes qui peuplent le ciel, éléments fortuits et irréguliers qui nous rappellent que le destin de nos événements est peut-être déjà encodé là-haut. Le ciel comme espace d’inscription de l’avenir semble toujours aussi imprévisible : le bulletin météorologique fait état de ce qui n’arrive pas, ou de ce qui manque d’arriver, de la pluie qui n’est pas tombée, du vent qui n’a jamais soufflé, de l’implacable soleil qui, selon les prévisions, ne devait pas briller ce jour-là. Apparemment, il n’y a que dans les déserts que l’on peut se fier aux prévisions météorologiques. Le Chili, comme nous le savons, possède une part importante de désert.

Photo © Tabea Xenia Magyar

Imaginons alors un futur nuageux. Quelque chose qui n’est pas encore là commence à se profiler dès le moment où on l’annonce. Nous pouvons partir dans des fantaisies floues ou projeter des événements délirants. Dans tous les cas, chaque fois que nous larguons les amarres vers une possible réalisation future, ce que nous projetons utilise les paramètres d’aujourd’hui pour tendre une main tremblante vers le futur. Le présent est le seuil du futur ; c’est la piste d’envol du vaisseau de la science-fiction vers des scénarios où ce que nous vivons aujourd’hui semble à la fois étrange, reconnaissable et défocalisé. Une question vient alors se poser : ce que nous avons tendance à appeler dystopie, ne serait-ce pas finalement le cauchemar qui nous éveille aux conditions que notre présent nous impose ? Il me semble qu’une partie de tout cela se trouve dans les recherches que Cécile Bally et Emma Tricard mènent depuis un certain temps déjà.

Ce n’est pas la première fois que ces deux chorégraphes et performers travaillent ensemble. Déjà en 2014, elles ont créé, avec d’autres membres, le collectif multidimensionnel The Breakfast Club Collective, dans lequel elles travaillent le mouvement, étendu dans la mobilité du nomade. La question qu’elles se posent dans le cadre de l’actuelle résidence qu’elles ont prévue au NAVE porte sur la possibilité de trouver une issue au présent lorsque celui-ci tente de nous conduire vers un autre avenir. “Nos idées sur l’avenir, nous disent-elles, se réduisent avant même d’avoir pu s’épanouir : pouvons-nous décider de l’avenir ou devons-nous nous y adapter ?”

D’une certaine manière, les séries d’actes accumulés dans le présent sont marquées par le désir d’échapper encore et toujours à la même chose : nous savons qu’il y aura un demain comme espace de répétition de ce qui doit encore se produire. Comme le soulignent Cécile et Emma, “le futur est planifié par nos gouvernements, proclamé par les médias, leurs prophéties nous contraignent à un ajustement perpétuel et façonnent notre présent”. Toute possibilité d’accéder à un temps renouvelé est irréalisable si nous ne rompons pas avec les conditions de contrôle routinier exercé par les systèmes et les modes qui régissent notre environnement social, économique et politique actuel. Le formuler ainsi ouvre la possibilité de comprendre l’actualité du futur comme un temps dont la réalisation dépend d’un débordement, d’un acte incontrôlable qui dépasse les conditions dominantes, qui oblige à trouver d’autres gestes et d’autres manières de faire… N’est-ce pas précisément ce qui s’est passé en octobre 2019 au Chili ?

Revenons en arrière. À ce moment de coïncidence collective où tout ce qui avait été accumulé a brisé la matrice de procrastination, jusque-là implicite dans le système dominant. Comme le fait remarquer Kathya Araujo dans ses recherches sociales, il ne s’agissait pas là d’un moment de révélation, mais bien d’une éclosion politique. Il s’agit, explique-t-elle, de “situations structurelles qui ont engendré à la fois des frustrations et des attentes, dont on ne peut pas dire qu’elles aient été invisibles. En fait, la grande majorité d’entre elles ont toujours été publiques, mais elles n’avaient pas encore pu devenir pleinement politiques”. Aussi tautologique que cela puisse paraître, l’évidence est devenue visible au Chili : on refusait l’avenir. On sait que le mécanisme qui a rendu possible cette étape émancipatrice est composé de nombreux facteurs. Mais on peut imaginer que, finalement, un seul d’entre eux était absolument indispensable : faire preuve d’une hardiesse débordante.

Photo ©  Amélie Laval

Notons alors ce que nous pourrions imaginer d’une mise en scène que nous ne connaissons pas encore dans un pays qui a repris la lutte dans l’optique de se frayer un chemin vers son émancipation, à partir du débordement. Le “spectacle de danse” imaginé par Cécile et Emma sous le titre Le Débordement (Die Ausschreitung / Le Débordement), sera hébergé à NAVE, le centre de création et de résidences qui accueille l’expérimentation par les arts vivants. Dans leur espace prendra forme ce que les auteurs présentent comme l’adaptation d’un texte de science-fiction écrit collectivement lors d’ateliers participatifs à Aix-en-Provence, Berlin, Reims, Santiago et Courtrai. Ces expériences d’écriture accumulées seront donc un substrat de sons et de gestes destinés à ouvrir une brèche dans le temps à la recherche d’un autre lieu. “En travaillant cette fiction narrative, précisent Cécile et Emma, nous chercherons d’éventuels interstices où l’histoire peut encore être inventée, négociée, où tout n’a pas déjà été écrit”. 

Compte tenu du grand pas fait vers la rupture des conditions du capitalisme néolibéral qui a longtemps prévalu au Chili, ce travail se penche donc sur la mécanique d’une interruption dans la mécanique de l’habituel à travers un acte littéraire, l’irruption de la parole inattendue, du geste libre, du pas qui doit à nouveau trouver un contexte. Nous pouvons dès maintenant accueillir une impulsion qui démonte les moules rigides responsables de la stagnation de la vie dans les échanges socio-économiques.

Peut-être pouvons-nous risquer quelque chose d’ouvert, une intensité renouvelée dans l’action collaborative proposée par Cécile et Emma. Unies par la perception de la révolution qui s’est produite sur le territoire chilien, leur œuvre Le débordement provoquera la tension nécessaire au déplacement des gestes et des conversations vers un champ de recherche où l’on pourra penser à quelque chose de si différent qu’il nous permettra de suspendre l’actuel. J’imagine que ce n’est pas une solution, ni rien de ce genre. Il s’agit peut-être plutôt d’une redécouverte de la nécessité du changement, de l’impératif de remettre en question nos conditions structurelles de vie, nos amarres.

“Révolution” est un mot usé et surutilisé. Mais, comme l’écrit Gilles Deleuze dans L’anti-œdipe: capitalisme et schizophrénie, c’est aussi un appel à “ne pas sortir du processus” :

Alors quelle solution existe-t-il, quelle voie révolutionnaire ? […] Mais de quelle voie révolutionnaire parle-t-on ? En existe-t-il une? – Se retirer du marché mondial, comme Samir Amin le conseille aux pays du tiers monde, dans une curieuse reconduction de la “solution économique” fasciste ? Ou bien tout le contraire? En d’autres termes, aller encore plus loin dans le mouvement du marché, du décodage et de la déterritorialisation ? Car les flux ne sont peut-être pas encore suffisamment déterritorialisés, suffisamment décodés […] Ne pas en sortir, mais aller plus loin dans le processus, pour ” accélérer le processus “, comme disait Nietzsche : en vérité, en la matière, nous n’avons encore rien vu.

Dans un pays aussi désertique que le Chili, dans lequel on peut dire aujourd’hui qu’un champ d’expérimentation imprévisible s’est ouvert pour oser jouer avec des règles ouvertes, on peut dire que l’idée de révolution propose à nouveau un processus de débordement comme l’annoncent Cécile et Emma, à travers leurs mouvements abstraits et discordants, à travers leurs mots collectés collectivement. Leurs collaborations scéniques, je le soupçonne, sont assemblées afin de comprendre qu’il ne s’agit pas seulement de rôles ; qu’en réalité ce ne sont jamais des rôles. Il s’agit avant tout d’un effort pour donner de l’intensité à un processus qui récupère la valeur du temps en tant que projet ouvert dans une société de codes hermétiques. C’est ce qui ouvre à l’inattendu et remplit l’avenir d’attentes débordantes. Le tango dit à peu près ceci : “L’avenir apparaît comme le moment préféré d’une époque épuisée”.

Pedro Donoso

Photo principale ©  Amélie Laval